La orfandad de mi madre

La orfandad de mi madre Por: Alicia García Bergua // de su libro Canciones en voz baja La orfandad de mi madre La imagino una niña solitaria limpiando los tarros de farmacia, trabajando en la granja que pusieron sus tíos…
La orfandad de mi madre Por: Alicia García Bergua // de su libro Canciones en voz baja La orfandad de mi madre La imagino una niña solitaria limpiando los tarros de farmacia, trabajando en la granja que pusieron sus tíos…
Cabo da Roca Por: Alberto Paredes // de su libro Los soles del nómada Cabo da Roca Al cabo de Europa donde la tierra acaba y el precipicio avanza hacia otros mundos necesarios Fin sin fin donde la línea del…
Abro el abecedario de tu cuerpo.
Recorro tu semilla,
el tacto de tu piel inexistente,
promesa de la espuma,
sobre la arena blanca distendida.
Tu espalda imaginada en el desvelo,
lugar de luz helada transparencia
se expande se contrae se desvanece.
Madre del pecado
Ruega por perdón
Madre traidora
Ruega por perdón
Madre de todas las rameras
Ruega por perdón
Mujer chismosa
Mujer descarriada
Mujer rencillosa e iracunda
Tormenta Por: Ramiro Ruiz Durá // de su libro Próxima estación Tormenta Se vino abajo el cielo… era tan frágil. Se derrumbaron nubes y pájaros y ramas… eran tan frágiles. No resistió la casa apenas levantada… era tan frágil. No…
Pulso ad_herido Por: Julia Santibáñez// de su libro Pulso ad_herido Pulso ad_herido A esta anciana se le murió un Fernando hace tres meses. No sabe explicárselo a la mesa ni a las dos lámparas que hamacan ausencia. Quiere platicarlo a…
Poemas míos han sido volcados
a idiomas que conozco:
inglés francés italiano.
Llevo días y años de sostener
versos en la boca como alfileres;
de hilvanarme las horas con la hebra
delicada de un nombre de mujer
y acariciar entre las manos cintas
como historias sin cuerpo, deshiladas.
Del libro: Crónicas de una abdicada obstinación.
Ángeles Eraña
Acababa de abrir un atún en la cocina cuando escuché los gritos. Me asusté tanto que, sin querer, me corté el dedo con la lata y unas manchas rojizas quedaron flotando sobre el aceite de girasol. Los gritos no parecían hechos con cuerdas bucales, sino con la barriga.