Música que cuenta el tiempo. Poesía reunida de Francisco Serrano.[1]

Por Alonso Leal Güemes
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Las cosas viven cuando se habla de ellas.
Procura no caer en la ilusión
de imaginar que riges tus deseos.
.Francisco Serrano
A veces una cita, dos o tres versos, un título, encienden la curiosidad de saber más, de profundizar en la obra de un poeta. Lo cual implica necesariamente conocer más del propio escritor porque, en pocos géneros literarios su propia persona está tan presente, tan desnuda, tan expuesta como en su poesía. Por ello, a pesar de su repetición, pocas veces resulta tan certero el manido aforismo de Buffon: «Le style est l’homme même». Sucede así, porque en un apenas fragmento, sin necesidad de reflexión previa, encontramos esa substancia poética que, como dijera el mismo José Gorostiza en sus Notas sobre poesía: “reconocemos por la emoción singular que su descubrimiento produce y que señala, como en el encuentro de Oreste y Electras, la conjunción de poeta y poesía”.
Entonces, tener acceso a la poesía reunida por el mismo autor, nos brinda la oportunidad única de satisfacer esa curiosidad latente y dar rienda suelta a nuestro impulso para corroborar o descartar esa emoción inicial. Pues bien, este es el caso de Música que cuenta el tiempo. Poesía reunida de Francisco Serrano que, como el mismo autor advierte en su prólogo innominado, reúne en un solo tomo “una parte significativa de los poemas que he escrito a lo largo de más de 40 años. Descarté lo anterior a 1980, convencido de que no eran más que ensayos y balbuceos”.
Esta compilación repite el título de un volumen anterior de 2016, Música que cuenta el tiempo la cual mismo autor define como “una colección de sonetos” y que, dentro de de la cronología de su obra fue precedido por otra colección similar Entrar en un incendio (2014). De esta manera, el autor eligió el título de una colección significativa para nombrar a su poesía reunida. (Respecto a esta elección debo confesar que, de principio, este título no me agradó y sentí un rechazo intuitivo a su intención. Si pensamos que el medio de expresión de la música es, por su propia naturaleza, el tiempo, porque ésta solamente se puede concretar con su transcurso y, aún más, si recordamos que, en la música, el tiempo o tempo se define como cada una de las partes de igual duración que se divide un compás y, por tanto éste sirve para señala la celeridad o lentitud de una melodía, entonces decir: Música que cuenta el tiempo parece, de primera intención, una simple tautología.
Sin embargo, la polisemia del verbo “contar” que, implica no sólo la numeración de las cosas, asociándolas a una cardinalidad, como dicen los matemáticos, sino también el referir un suceso falso o verdadero, implica que el transcurso del tiempo también termina por construir una historia, por “contar” un relato de hechos verdaderos o ficticios. Entonces este trancurso, este devenir termina por relatar una narrativa que bien puede convertirse en música. Así, el tiempo cuenta, es decir narra, despliega frente a nuestros ojos el imaginario de la música. Visto así, el título de la poesía reunida de Francisco Serrano alcanza otra interpretación más fecunda que la evidente sugerencia producida por la asociación entre la cuenta y el compás).
Era tan poco lo que conocía en verdad de la poesía de Francisco Serrano que tuve la fortuna de enfrentarme a ella sin otros prejuicios que los propios. Para empezar encontré lo que el mismo poeta advierte. En esta reunión “[e]l lector percibirá la diversidad de estilos, tonos y tesituras”. Ahora bien, ante tal diversidad y abundancia, la lectura puede resultar de inicio indiferente si se avanza siguiendo al orden cronológico que dispone los poemas del libro conforme a su fecha de publicación, encontrando a veces pequeñas sorpresas y descubrimientos, hasta recobrar de golpe esa emoción primigenia, derivada de la conjunción entre la poesía y el poeta. Y ésta aparece, incontenible, en Cuenta de mis muertos (2006). A todos nos duelen, en carne viva, los propios muertos, aquellas personas que fueron parte insubstituible de nuestras vidas pero que ahora están ausentes. En eso no hay ninguna novedad. Pero menuda hazaña es recuperarlos a la vida por medio de la palabra. Así, conocemos, por orden, primero a su abuela materna en Elegía lejana:
¿Toda la vida fuiste únicamente un nombre
tres armoniosas sílabas, y el ajado resplandor
de una fotografía de principios del siglo
pasado?
a la abuela paterna en el poema Elegía triste:
Dos veces te perdí, abuela: primero
cuando después de la muerte del hijo
que fue mi padre, y que sus hijos, ásperos,
quisimos esclarecer, decidiste
echarnos de tu vida y de tu afecto..
a unas tías anónimas (Elegía sonámbula); al abuelo paterno en la Elegía trágica:
A la luz de un relámpago regresas,
desfigurado y muerto muchos años atrás,
martirizado, acribillado, roto,
por la insaciable codicia del poder,
prisionero en los hilos de una conspiración
astutamente urdida para cerrarte el paso.
al padre en la estremecedora Elegía nocturna:
Vuelvo a encontrarte después de tantos años, de tantos desencuentros,
…
Pero ya ninguna contricción tiene sentido,
No eres más que un esbozo
y una lamentación y una sombra,
huésped oscuro de mis sueños
porque has muerto del todo.
y, por último, a la madre, revivida en un poema extenso (Elegía matutina) y tan pleno de sentido y de emoción diestramente contenida, que resulta casi imposible elegir un mínimo ejemplo de éste:
Pienso en ti, e imagino que te desprendes de la sombra e irrumpes y vienes a mi
encuentro, y por un instante estás aquí, con tu determinación y tus maneras
árabes, tu nariz hindú, tus ojos de gitana, tu pragmantismo,
con el sonido ronco de tu voz, con tus manías y tus supersticiones, con tu cáncer,
tu ineptitud en la cocina, tu propensión al sufrimiento, con tu curiosidad
bienhechora, tu gusto por la música.
Por cierto. En otro libro posterior, Substancia de una sombra (2011),vuelve invocar a la madre y al padre, en otros cuatros poemas, también extraordinarios y conmovedores, lo cual evidencia que no pudo agotar a estas dos presencias tutelares en esta Cuenta. Y en el mismo volumen, Substancia de una sombra, se encuentra un poema maravilloso, imaginativo, sugerente, trazado como algo verdaderamente sucedido, dedicado al recuerdo de una joven maestra que despertó a la vida erótica al protagonista con la sola presencia: Ella tocaba el acordeón.
Todos estos son estos poemas estremecedores, terriblemente significativos y deslumbrantes. A pesar de lo que el mismo autor declara: “Un poema no es confesión ni testimonio, sino un artificio verbal cuyo valor es esencialmente lingüístico” en estos poemas escuchamos el testimonio de los sentimientos y consecuencias que, como el caudal de un río salido de madre, experimentó un hombre. Éste revive, interroga y conversa con sus propios familiares muertos y transmite y comparte sus propias vivencias por medio del instrumento perfecto de la poesía.
En el libro aparecen después las colecciones de sonetos ya mencionadas. En éstas, sin duda, alcanza la perfección del oficio al tiempo que nos ofrece el asombro de la creación. En la primera de ellas, Entrar en un incendio (2014), Serrano utiliza esta forma canónica para atreverse, con excelente fortuna, a intentar una tarea semejante a la ejecutada con sus propios muertos, i.e. revivir a un grande poeta: John Keats. Como el mismo autor explica: “En el otoño de 1818 Keats conoció a la joven Fanny Brawne, entonces de 18 años, de la que se enamoró perdidamente…Estos sonetos, inspirados en las cartas, poemas y notas que en los últimos meses de su vida, ya muy enfermo, Keats le dirigió a su amada, recrean inmaginariamente parte de ese epistolario”. Y para muestra de lo alcanzado, basta un soneto, que incluye nada más y nada menos que el epitafio real de Keats “HERE LIES ONE WHOSE NAME WAS WRIT IN WATER”:
FEBRERO DE 1823
Quiero que mi epitafio
Cada día me siento más enfermo.
Roma no ha conseguido mejorarme.
Como poco y mal, y casi no duermo.
Pronto van a tener que embalsamarme.
Entonces, liberado del espacio,
ascenderé a fundirme con la Esencia
y así, transfigurado en luz, despacio
he de entrar en Su vívida Presencia.
Y puesto que la cruel muerte enemiga
vendrá por mí, ya sin limitaciones,
y he de irme sin duelo ni oraciones,
quiero sólo que mi espitafio diga:
“yace aquí un desdichado cuyo nombre
está escrito en agua”. Sólo un hombre.
A continuación, en el libro que da nombre a esta reunión, Música que cuenta el tiempo (2016), la colección de sonetos abarca una gran variedad de temas y una enorme riqueza de conceptos, al tiempo que se esmera en la búsqueda de las rimas singulares, apartándose constantemente del ripio. Pero además, dada la elección deliberada por la forma tradicional, reconoce la lección del mismo Gorostiza que afirma: “El soneto proporciona ocasión de construir de veras, conforme a un modelo feliz”. Con lo cual se muestra, con hechos, más bien con versos, que Serrano decidió enfrentar con toda seriedad y hondura el problema de construcción en la poesía, organizando además la colección en cuatro secciones armónicas que contienen 9 sonetos por sección. Para ejemplo de la sección homónima del mismo libro, elijo el siguiente:
El sueño de la vida
Es tan extraño el vínculo que crea
el acceso carnal: denso, invasivo,
acuciante y voraz; es adictivo.
Por eso el que se acuesta fantasea
con la perturbadora, ingenua idea
de poseer al otro. Y sin motivo
nos abismamos en ese cuerpo vivo
aunque su intimidad tan sólo sea
un placer momentáneo, o comprado.
El que se acopla siente que ya es dueño
de la vida del otro, que el mero hecho
de haber hecho el amor le da derecho.
Aunque nos diluyamos en un sueño,
aunque todo después se haya olvidado.
Por supuesto hay mucho más en esta poesía reunida que lo hasta aquí reseñado, pero resulta impertinente pretender describirlo todo. Por ejemplo, en el volumen Prosa del Popocatépetl (2006), cuyo título resulta tan sugerente para los habitantes del Valle de México, aparece la sección Piedras sueltas que ofrece, entre docena y media de breves poemas, varios haikús admirables ( Crepúsculo[II] No logro descifrar/ lo que dice el pinar). La compilación también comprende lo que quiero describir como un libro de viaje al Oriente (se alude a Birmania y a la India), Satán en Varanasi (2009), donde así mismo abundan, casi naturalmente por el tema, los haikús y en cual, se describe con elementos mínimos pero fascinantes, el asombro de los ojos occidentales ante un mundo tan fuera de lo común para nosotros, sin caer en el exotismo. Sugerente e irónico resulta por ejemplo el poema que da título al libro, Satán en Varanasi. En el último libro compendiado, Contrapunto (2020-2022), aparece inclusive una sección de aforismos, de pequeñas joyas verbales, de donde espigo unas cuantas:
La noche hace evidente lo que el día
oculta entre sus múltiples reflejos.
El hombre y la mujer reviven siempre
el jardín primordial, y la serpiente.
De nada sirve actuar por accidente.
Ciertamente, como dice Francisco Serrano, el poema es un artificio lingüístico. Sin embargo, también es, como él mismo lo reconoce, “introspección pero…también descripción, mejor dicho,… recreación del mundo,… (que) crea vínculos nuevos entre la realidad enunciada y quien la percibe.” Lo cual me trae a la memoria la aseveración de Heidegger quien definió a la poesía como “la fundación del ser por la palabra de nuestra boca”. Así, por medio de la palabra que nace de su boca, Francisco Serrano es capaz de recrear el mundo y de fundar radicalmente su propio ser y el de sus lectores con el instrumento privilegiado de la poesía.
Tlalpan, a 9 de marzo del 2025.
[1] Serrano, Francisco (2022), Música que cuenta el tiempo. Poesía reunida. CIDCLI, S.C., Ciudad de México, 2022.
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