Musarañas 14

Por: Francisco Segovia
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14.
DOLOR MORAL, ¿DOLOR METAFÓRICO? ~
Dicen que hablar de dolor, cuando no se trata de un dolor físico, es hablar en metáforas; esto es, que el “dolor moral” no duele de verdad. A mí me parece que no hay metáfora en ello. Supongo que el alma es como el corazón, que no acusa el dolor directamente sino que lo refleja; es un “dolor reflejo”. La angustia, la opresión en el pecho, la sensación de caer en un abismo, son lo que el dolor en el brazo izquierdo: no hay nada mal en ese brazo; lo que duele en él es el corazón.
LA IMAGEN COMO DECADENCIA : MOCTEZUMA Y LEVINAS ~
Cuenta Michel Graulich (Moctezuma) que los aztecas presentaron a Hernán Cortés un doble suyo; esto es, alguien que se le parecía muchísimo. La idea era que, al verse reflejado en su doble, Cortés reconociera su debilidad y se marchara de vuelta al mar. Es un principio en el que Graulich ha insistido mucho, especialmente cuando reseña la extraña idea nahua de que el sol no se pone en el occidente sino que, tras alcanzar el cenit, regresa a su punto de partida; lo que nosotros vemos como ocaso es esa vuelta, reflejada en el espejo del cielo. Este espejo es negro (un espejo de obsidiana), como era negro el Tlillan, ese recinto ubicado dentro del templo del dios solar (Tlillan era la negrura; Tlillancalqui, “el de la casa negra”). Así, en el centro del sol habita la negrura (el negro pabilo en el centro de la flama); en el corazón de Quetzalcóatl palpita su enemigo mortal, Tezcatlipoca-Huitzilopochtli. La imagen recuerda el círculo en que se circunscriben las dos comas del yin y el yang, que embonan y se complementan, pero que además contienen en su interior un punto de su contrario (la coma negra tiene un ojo blanco; la blanca, un ojo negro). Pero, al parecer, en la mentalidad prehispánica cada uno es un reflejo del otro y, en ese sentido, lo representa en su debilidad y decadencia. Es una idea que le gustaría a Emmanuel Levinas: la imagen no es más que simulacro, una marioneta que chupa su vida de la realidad, que le chupa la vida a la realidad. Pero los aztecas decían algo más: en el centro de cada ser habita su reflejo, su representación. Si uno depende de esa imagen; es decir, si uno se mira a sí mismo, se debilita; si uno se asienta y se acostumbra a la ilusión de los lujos (y el espejo es un símbolo del lujo), decae. Es el reproche que se oye en todas partes contra Moctezuma.
Podría decirse que, paradójicamente, es justo el asco por la representación lo que hace de las ceremonias aztecas rituales tan sangrientos. En ellos no hay, como en el cristianismo, un símbolo que represente el cuerpo del dios sacrificado y consumido por los fieles. Entre los aztecas, la sangre nunca es sustituto de otra cosa y no puede ser sustituida por otra cosa. La sangre es literalmente la sangre; la sangre es la literalidad.
MIMESIS ~
Los griegos —creo— entendían la mimesis (o mímesis) como imitación, sí, pero no como copia. Hoy diríamos que lo que concebían como mimesis se parecía más a una simulación que a una copia servil. La copia servil es un contrasentido. Quien pinta un árbol “del natural” quiere conocerlo y representarlo en el mundo. Quiere conocer… Dos cosas que el árbol no tiene: voluntad y sed de conocimiento.
La imitación es representación, una manera de insertar a la cosa en el universo de los signos. El árbol significa.
RAMACHANDRAN, LA SINESTESIA Y EL ORIGEN DEL LENGUAJE ~
En una conferencia ofrecida a la Universidad de Warwick, cuenta Oliver Sacks dos casos de pacientes (él duda al usar esta palabra) que perdieron la capacidad de leer, pero no la de escribir. Como el cerebro procesa estas dos actividades en sitios diferentes, una lesión en uno no modifica el funcionamiento del otro. Esto resulta importante para uno de los pacientes (un novelista de Toronto), que se la ingenia para leer… escribiendo; es decir, reproduciendo motrizmente lo que sus ojos ven como un dibujo sin sentido (un garabato) pero que su sistema motor interpreta como escritura. Al principio “copiaba” las letras dibujándolas en el aire con la mano, pero más adelante comenzó a hacerlo “en secreto”, dibujando con la lengua contra el dorso de los dientes. Esta “traducción” de un estímulo incomprensible a uno comprensible (este desplazamiento del procesamiento del estímulo de una zona cerebral a otra) sugiere una suerte de sinestesia. El Dr. Ramachandran (The Tell-tale Brain) ve en ésta uno de los procesos fundamentales en la constitución del lenguaje humano. El paso de la gestualidad a la vocalización, por ejemplo, implica una traducción de este tipo. El gesto de la mano que se estira hacia adelante para señalar al interlocutor (la segunda persona) se asocia sinestésicamente con un sonido que se produce proyectando la boca hacia adelante: el fonema u, el que se oye en tú, vous, you… Este mecanismo puede recordar al de la onomatopeya, pero es muy distinto. La onomatopeya ocurre dentro de una lengua ya formada y sigue sus reglas —de modo que lo que oye un español (kikirikí) es distinto de lo que oyen un francés (kokorikó) y un inglés (gugldudldú)—; la sinestesia, en cambio, es pre-lingüística y depende de un mecanismo neurológico común a todos los hombres. Es lo que demuestra un experimento central para Ramachandran: Si se coloca a un grupo de personas frente a dos dibujos (uno con picos como de estrella y el otro con ondulaciones como de amiba) y se le pide a cada uno que diga cuál figura se llama kiki y cuál buba, la inmensa mayoría asociará kiki con la estrella puntiaguda y buba con la ondulante amiba, como si la i sugiriera picos y la u sugiriera ondulaciones.
Parece simple, quizá demasiado simple, pero reivindicaría al pobre de Amado Alonso, del que tan inclementemente se han burlado los especialistas por decir que las sílabas br, gr, tr, de un verso del Polifemo de Góngora (“infame turba de nocturnas aves”) son oscuras… Pero tal parece que, así como Rimbaud decía: “I rojo, U verde”, así mismo las neuronas de nuestros ancestros dijeron: “I picuda, U redonda”…
NO SOMOS MÁS QUE HOLOGRAMAS~
Hay físicos, como Roger Penrose, que hacen de la gravedad la fuerza principal que modela el cosmos macroscópico; el de Einstein, digamos, no el de Bohr y la teoría cuántica. Pero hay otros que piensan que el entrelazamiento cuántico es responsable tanto de la aparición de la materia como de la aparición de la entropía y, por la tanto, de la flecha del tiempo.
Seth Lloyd mostró que, al irse entrelazando más y más partículas, la información de cada una se perdía, como si la partícula se vaciara, cediendo su información al conjunto. Pero una partícula sin información es como un hombre muerto: se enfría hasta alcanzar la temperatura ambiente, y allí todo se detiene. Es el punto de su máxima entropía, el punto de no-retorno. Y, cuando no hay vuelta atrás, comienza el tiempo. Es como si la partícula (el cuerpo) muriera, pero mandara su alma (su información) al cielo (que no es sino el conjunto de todas las almas)… Porque la entropía es de ese modo: así como no es frecuente que una taza de café vuelva a calentarse por sí misma, tampoco es frecuente que los cuerpos de los muertos resuciten … En su polémica con Hawking, Susskind identificó ese cielo de las almas con el horizonte de eventos de un hoyo negro … De ahí que seamos un holograma, una proyección en tres dimensiones de algo que en realidad sólo tiene dos; somos pues, una ilusión, como el universo entero…