Musarañas 12

Por: Francisco Segovia
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Poesía y magia ~
Se dice que la poesía es un uso artístico de la lengua. Se señala así un nivel de lengua más refinado que el común, más elevado. Esta “elevación” pretende alcanzar las alturas del encantamiento, sí, pero a veces lo hace en el sentido más fuerte de la palabra; esto es, en el de la franca brujería. La más antigua legislación romana (la Ley de las doce tablas) sancionaba a quien pronunciara un malum carmen o un famosum carmen; el primero era una maldición; el segundo, una calumnia. Ambos son llamados carmen, como los poemas y las canciones. Así, uno bien puede imaginarse a Orfeo lanzando conjuros con su lira en el infierno y concluir que el origen de la poesía es la magia, a la manera en que puede decirse que el origen de los adornos corporales no fue el embellecimiento sino la protección contra el mal de ojo. Las joyas son, en principio, amuletos; los poemas, conjuros. No pretendo con ello desterrar a la belleza del origen del arte para sustituirla por la superstición, pero quién puede negar que hay algo ominoso y sagrado también en la belleza.
Incluso puede uno imaginar que los conjuros alcancen tal desarrollo formulaico que los convierta, más que en palabras, en símbolos, en amuletos. Se explicaría así la aparición de cosas como abraxas y abracadabra (y, de paso, quizá, la poesía concreta).
La poesía ama lo concreto ~
“La naturaleza ama ocultarse”, decía Heráclito. Buena parte del pensamiento filosófico, oriental y occidental, de cepa religiosa o no, enseña que la realidad se oculta tras las apariencias. Pero este principio, que es el fundamento de toda metafísica, no deja de ser también una idea central para las ciencias. Su pregunta básica es: “¿Qué hay detrás de esto?”; es decir, ¿qué hay al fondo o más allá de esto, detrás o más allá de la físis, de lo concreto y natural? ¿Cuál es la verdadera realidad?
Tal parece que el pensamiento humano se ha afanado siempre en descubrir, en revelar (o siquiera develar) lo que hay detrás de lo que tiene ante los ojos. Pero no la poesía. La poesía no desconfía por principio de lo que tiene delante, ni acusa a la realidad de ocultamiento y engaño. Para ella, lo que llega a sus sentidos puede ser tan real y verdadero como lo que no llega, y no siempre ve en las apariencias una voluntad de ocultamiento. Más bien al revés: si ha de desconfiar, desconfiará de la desconfianza en el mundo. La filosofía, las ciencias y las religiones padecen sed de realidad, de realidad verdadera. Pero no la poesía, o no siempre. Ella siempre puede dar por bueno lo que tiene ante los ojos. Y podría decir lo que Wilde: “Siempre he sido de aquellos pour qui le monde visible existe”.
Kabir y el mundo no-ilusorio ~
Kabir debería ser el místico de los poetas. Si no por otra cosa, porque rechaza la renuncia al mundo; es decir, el ascetismo. En su primer poema, Dios declara sin remilgos: “No estoy en los ritos y ceremonias; ni en el ascetismo y sus renunciaciones”. Lo mismo dice, aunque de otro modo, el primer verso del poema V: “¿Cómo podré —oh, hermano— renunciar a Maya?” Tal parece que, para Kabir, la realidad sólo es ilusión (maya) porque lo es ante el yo. Si el yo desparece, fundido en la naturaleza, entonces no hay engaño. El poema VI lo dice así:
[…] mientras el hombre reclame el Yo y lo Mío, sus obras serán como cero.
Cuando todo amor del yo y de lo mío haya muerto,
entonces se consumará la obra del Señor.
[…]
[…] El afán de la flor es el fruto; cuando el fruto madura, la flor se marchita.
El ciervo contiene el almizcle, aunque no lo busca en sí mismo
sino husmeándolo en la hierba.
Esto está más cerca de la contemplación que de la ascesis. Esta disposición espiritual busca, más que el amor mismo, la entrega al Amado. Y el mundo bien puede ser el cuenco donde esta entrega se recibe. Así como “el vaso terrestre acuna las campiñas” y, con ellas, todo el resto, así el vaso recibe también a “mi Señor bienamado [el que] se halla en ese vaso” (poema VIII). Disposición y entrega quedan bien mostradas en el poema XV, que ocurre en el mundo y es, por mejor decirlo, ocurrencia del mundo mismo. Lo reproduzco entero:
Donde reina la Primavera, Señora de las estaciones,
se escucha una música misteriosa.
Torrentes de luz se vierten por doquier.
Pocos hombres pueden alcanzar esas riberas,
donde millones de Krishnas se mantienen cruzados de brazos;
donde millones de Vishnús se prosternan;
donde millones de brahmanes leen los Vedas;
donde millones de Shivas se abstraen en la contemplación.
Allí, millones de Indras y de innumerables semidioses tienen al cielo por morada.
Allí, millones de Saraswatis, diosas de la música, tañen la vina.
Allí, mi Señor se revela a Sí mismo, y el perfume del sándalo y de las flores
se esparce en todos los dominios del espacio.
Dios está en todo (“dios es el aliento de todo lo que alienta”, dice el poema I), pero sólo puede verlo quien ha sabido verlo sin que sea su yo quien ve.
Solve et coagula : La humanidad ~
El hombre se aparta de la naturaleza, y en particular de los animales. Pero a la vez se hace una imagen de lo natural en donde también caben él y sus cosas (la justicia y la injusticia, el amor y el crimen, la historia, el poder, etc.). Esa imagen que todo lo recoge es la cultura, y en particular la religión. Toda cosmología (religiosa o científica) recurre al mismo tipo de análisis: primero separa, para luego dar cuenta de la unión. Somos distintos de eso de lo que sin embargo formamos parte. Somos distintos de aquello que nos forma. El estupor ante estas afirmaciones es típicamente humano. Acaso porque la mente humana no tiene otra manera de formarse una imagen del cosmos. Es pues un estupor de la mente ante la mente (no sólo de la razón ante la razón) y da cuenta verdadera de la naturaleza humana. Esa— sí, esa— que nos distingue de los animales.
Mentalidades ~
Mentalidades ~ Quienes dicen que las ecuaciones de las ciencias expresan la mente de Dios le dan a esa mente los créditos del físico y los del matemático, pero le escatiman los del pintor, el filósofo, el cocinero… Retratan una mente en la que sólo caben cantidades y relaciones entre cantidades… La Creación deja así de ser obra de arte y se convierte en ingeniería, cosa que pinta bien esta era de ingenieros…
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