Movilidad urbana en las ciudades mexicanas: ¿Solución al caos o perpetuación del problema?
Por: Alejandra Trejo Nieto *
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Un día en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México
El reloj marca las 5:00 de la mañana cuando Sofía, como cada día, despierta al sonido del camión del transporte público que pasa cerca de su casa, en el municipio de Melchor Ocampo, y se dirige a la estación del tren suburbano. Es el inicio de otra jornada, y el viaje hasta la oficina donde trabaja, en el sur de la Ciudad de México, promete ser tan desafiante como cada día desde que inició su vida laboral. Con dos hijos que preparar para la escuela, Sofía debe administrar el tiempo con precisión quirúrgica. A las 6:00 está en la parada para abordar una unidad que la lleve a la estación del suburbano en Cuautitlán. A pesar de la temprana hora, el transporte va lleno; el calor humano y el ruido de conversaciones, música de fondo y el ronroneo del motor llenan el ambiente.c
Una vez en la estación de Cuautitlán, para su acceso al tren, pasa su tarjeta en la máquina que se “come” los 24.50 pesos del viaje hasta Buenavista. El trayecto en el tren suburbano es relativamente rápido, aunque por la hora va abarrotado. Sofía aprecia la eficacia y limpieza del servicio, a pesar de su costo. Desde Buenavista, se enfrenta al siguiente reto del día: abordar el metro en una estación llena de gente esperando desesperadamente un lugar en los vagones. Cada tren que llega es como un rompecabezas humano que se ensamblaba y desarmaba en cada estación. Luego de un trayecto final en micro, Sofía llega a su destino tras dos horas y media de viaje. El sol, enmarcado en unos tonas rosas debido a la contaminación, ya ilumina la ciudad. El ambiente de la mañana está cargado de olor a café recién hecho, tamales y el humo de los autos.
Mientras tanto, a pocos kilómetros de distancia, José, un joven repartidor en bicicleta, sortea el tráfico en las calles del Centro Histórico. Para él, la bicicleta es más que un medio de transporte: es su herramienta de trabajo y su forma de vida. Con una mochila cargada de pedidos, José recorre callejones y avenidas en mal estado, zigzagueando entre coches, autobuses y peatones. “La movilidad aquí es como un caos organizado”, piensa mientras esquiva un taxi que se detiene sin previo aviso.
En otro extremo de la ciudad, en Santa Fe, Laura enfrenta un escenario de movilidad diferente. Ella conduce su auto desde Interlomas hasta su oficina. Aunque disfruta de la comodidad de su vehículo, también sufre el embotellamiento crónico de la autopista. Desde la radio, las noticias hablan de nuevas iniciativas de movilidad: proyectos de teletrabajo, ciclovías nuevas y la promesa del tren interurbano. “Ojalá estos proyectos realmente funcionen”, dice en voz alta, mientras piensa que ni con el tren dejaría su auto.
De regreso en su municipio del Estado de México, a las 8:30 de la noche, Sofía está de nuevo en casa. El viaje de vuelta es igual de largo y agotador. Aunque está acostumbrada piensa en cómo sería su vida si pudiera trabajar más cerca o si el transporte fuera más frecuente, rápido, cómodo y barato.
El diagnóstico de un caos estructural
La movilidad cotidiana es una de las temáticas más urgentes y controversiales en las ciudades contemporáneas. De igual manera, uno de los mayores desafíos que enfrentan las ciudades en México es el cómo garantizar una movilidad eficiente, sostenible e incluyente en contextos de una alta demanda, escasez presupuestal y desigualdad. La movilidad es un derecho humano que se reconoce en el país desde 2019. Esto significa que todas las personas tienen derecho a moverse con seguridad, equidad y accesibilidad. Sin embargo, garantizar el derecho a una movilidad eficiente, accesible y sostenible se ha convertido en un reto colosal pues, en décadas recientes, la urbanización en México se ha caracterizado por una constante expansión que ha trasladado a la población a periferias que se encuentran lejos de los puestos de trabajo, los servicios urbanos y la infraestructura.
El crecimiento exponencial del parque vehicular privado, debido a una gestión de la movilidad centrada en el automóvil, ha generado problemas en la movilidad que afectan la productividad económica y la calidad de vida de los habitantes. Además, el transporte público enfrenta retos de obsolescencia, saturación y falta de integración.
Con el aumento de la población, la expansión urbana progresiva, la forma fragmentada de la ciudad y la creciente tasa de motorización, los problemas de congestionamiento, contaminación y desigualdad en el acceso al transporte alcanza niveles críticos lo que obliga a revisar el rol de la movilidad y de las políticas asociadas.
Soluciones fragmentadas: avances y limitaciones
En las últimas décadas, se han implementado diversas estrategias para mejorar la movilidad urbana. En el Valle de México, por ejemplo, el sistema Ecobici, el Tren Suburbano, el Metrobús/Mexibus y los teleféricos han sido promovidos como alternativas de mejor movilidad. En otras ciudades ha proliferado el establecimiento de líneas de autobuses en carriles confinados. Sin embargo, los sistemas de transporte siguen siendo insuficientes para satisfacer la compleja y creciente demanda. Muchas de estas iniciativas carecen de un enfoque integral y en numerosos casos prevalece el fomento al transporte privado motorizado. Además, hay deficiencias en infraestructura para peatones y ciclistas que perpetúan la dependencia del automóvil y generan espacios urbanos inseguros.
Otra de las críticas a las políticas de movilidad es su falta de equidad y acequibilidad. Mientras que las zonas urbanas centrales suelen beneficiarse más de inversiones en infraestructura y transporte, las periferias, donde vive la mayoría de la población de menores ingresos, continúan marginadas. Esto refuerza la exclusión socioespacial y limita las oportunidades económicas para millones de personas.
El camino hacia una movilidad sostenible e inclusiva
Resolver los problemas de movilidad urbana en México requiere una transformación que trascienda proyectos aislados y aborde las causas raíz del problema. Una estrategia de movilidad debería basarse en tres principios esenciales: priorizar el transporte público de calidad; fomentar la movilidad activa (caminar y uso de bicicleta); y, reducir la desigualdad espacial. El verdadero desafío radica en transformar la movilidad en un instrumento de justicia social y bienestar colectivo. Solo así, las ciudades podrán superar su estado actual y convertirse en lugares de desarrollo integral para sus habitantes. Pero la movilidad urbana en las ciudades mexicanas está en una encrucijada, pues hay restricciones financieras y presupuestales que impiden poner en marcha ese tipo de proyectos.
*Profesora en el Centro de estudios demográficos, urbanos y ambientales El Colegio de México
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