Memorias de la ciudad, la legendaria Ruta 100.

Por: Alejandra Trejo Nieto*
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Si usted tuvo la oportunidad de viajar en aquellos primeros modelos de autobuses con pintura amarilla que marcaron lo que muchos consideran la época dorada del transporte público en México, entonces experimentó los emblemáticos autobuses de la Ruta 100. Se dice que su interior era espacioso, con asientos plásticos fijos en tonos azul y verde. Algunos recuerdan versiones con una cromática gris, complementada con detalles en azul y verde. Sobre todo, se les recuerda por ser un sistema de transporte organizado y eficiente.
Cuando ingresé a la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, en 1994, utilizaba este sistema de manera diario. Tomaba un camión desde mi municipio en el Estado de México hasta el metro Rosario, donde posteriormente abordaba un autobús de la Ruta 100. En aquel entonces, acababan de introducirse las unidades más modernas de la flota: autobuses articulados de gran capacidad, de color rojo, que destacaban por su diseño innovador.
Si bien la mayor parte de la población en la Ciudad de México se traslada hoy día primordialmente en el transporte concesionado, el Metro y el Metrobús, el sistema de transporte ha experimentado múltiples transformaciones, y pocas han dejado una huella tan representativa como la Ruta 100. La Ruta 100 es recordada porque los especialistas la han considerado la empresa pública de autobuses urbanos más relevante que ha existido en el país. La rememoramos en este texto porque la necesidad de contar con sistemas de transporte público de calidad, eficientes y accesibles en las ciudades mexicanas es cada vez más urgente.
El nacimiento de la ruta 100
Los Autotransportes Urbanos de Pasajeros Ruta 100, también comercialmente conocida como Ruta 100, fue un organismo descentralizado con personalidad jurídica y patrimonio propios dependiente del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF). La empresa proporcionó transporte de pasajeros tanto en la Ciudad de México como en municipios conurbados del Estado de México entre 1981 y 1995, año en que se declaró su quiebra y liquidación.
La Ruta 100 surgió formalmente en 1981 a partir del retiro, por parte del regente de la ciudad Hank González, de concesiones privadas de transporte de pasajeros. Todas la unidades de todas las empresas privadas del transporte que operaban en ese entonces en el Distrito Federal pasaron a depender de nueva Ruta 100.
Sin embargo, los antecedentes de la empresa se remontan a 1942 cuando cuando se inauguró la línea de autobuses Lomas de Chapultepec, que ofrecía el servicio de traslado de pasajeros sobre la Avenida Paseo de la Reforma. En 1958, el regente de la ciudad, Uruchurtu, adquirió la línea, cuyos dueños enfrentaban problemas de solvencia económica, por lo que pasó a formar parte de la administración capitalina con el nombre Servicio Lomas de Chapultepec-Reforma Ruta 100. Una vez administrada por el DDF esta línea se caracterizó por su eficiencia y buen servicio. Por su parte, la Alianza de Camioneros de México concentraba la mayoría de las rutas que corrían por la ciudad, las cuales ofrecían un servicio deficiente. Esta alianza de concesionarios, conocida como pulpo camionero, se encontraba en manos, de poderosos líderes.
Años después, en enero de 1981, el regente anunció la revocación de concesiones otorgadas a los particulares para la prestación del servicio de transporte urbano de pasajeros en autobuses, tras lo cual, el DDF y la Alianza de Camioneros de México llegaron a un acuerdo y celebraron un convenio para mejorar la calidad del transporte. Los concesionarios se comprometieron a renovar unidades, organizar sus recorridos y ofrecer seguro del viajero. Sin embargo, después de siete meses, los acuerdos no se cumplieron a cabalidad y el presidente López Portillo emitió un decreto por el que se creó la línea de Autotransportes Urbanos de Pasajeros R-100, con el objetivo – mediante la centralización de la operación de los autobuses urbanos– de prestar un servicio de transporte público eficiente y organizado en la ciudad y sus zonas conurbadas.
Expansión y consolidación
La Ruta 100 operó por década y media, convirtiéndose rápidamente en la espina dorsal del transporte capitalino. A diario, brindaba movilidad a millones de personas y estableció un modelo de gestión que sigue siendo recordado. La Ruta 100 inició operaciones con una flota de autobuses que recorrían diversas rutas en la ciudad. En 1983 había alcanzado una cobertura en 86 por ciento de la superficie de la capital mexicana. En dos años pasaron de 4 mil 800 a 7 mil 100 kilómetros de servicio en trayectos mejor planificados y con tarifas más bajas que los autobuses del Estado de México. Durante sus años de auge, llegó a contar con más de 7 mil autobuses en operación y a movilizar diariamente a más de 4 millones de pasajeros. Su modelo de operación incluía rutas troncales y alimentadoras que permitían una mayor cobertura. Además, mantenía tarifas accesibles y un esquema de trabajo sindicalizado que garantizaba estabilidad laboral a sus empleados.
Fue una época de oro del servicio público de transporte, fundamentado en una política social de subsidios al transporte urbano. La empresa se convirtió en un símbolo en todo el Distrito Federal y se destacó también por la estandarización de unidades, la implementación de rutas bien estructuradas y un intento de planificación urbana en el ámbito del transporte.
Un aspecto clave en la historia de la Ruta 100 fue, precisamente, la creación del Sindicato Único de Trabajadores de Autotransportes Urbanos de Pasajeros Ruta 100 (SUTAUR-100), cuyos líderes tenían una mentalidad de avanzada. Ejemplo de ello su interés en educar en distintas áreas a todos sus agremiados. El SUATUR-100 fue adquiriendo mayor conciencia social. Se cuenta que el organismo dio pie al surgimiento del Movimiento Proletario Independiente y que envío dinero a la población de Chiapas en 1994, año en que emergió el movimiento zapatista, lo cual el gobierno federal leyó como apoyo y financiamiento al zapatismo.
Colapso y desaparición
A pesar de su éxito, la Ruta 100 enfrentó numerosos desafíos que llevaron a su desaparición. Una primera etapa de crisis, tanto administrativa como laboral, sobrevino con una huelga sindical en 1989. Superado el conflicto se anunció un Programa de Modernización que consistió en la adquisición de autobuses nuevos y la rehabilitación y reconstrucción del resto de la flota vehicular. También cambiaron los colores de las unidades en gris con dos franjas azules y una verde para recalcar la utilización de motores ecológicos.
En 1994, se adquirieron 170 autobuses articulados que fueron puestos en servicio. A pesar de el nuevo impulso a la Ruta 100, en 1995, el regente Espinoza Villarreal decretó la quiebra de la empresa, debido –según la versión oficial– a la insolvencia económica y la deficiencia del servicio. Con la declaración de quiebra se declaró también la extinción del SUATUR-100, seguido de la persecusión y detención de su dirigencia, dando pie a una larga historia de movilizaciones y protestas por parte de los agremiados.
Aunque muchos consideraban que prácticamente era imposible la declaración de quiebra de la Ruta 100 –por el subsidio público que la hacía funcionar–, la decisión fue irreversible, y el sistema de transporte público de la ciudad se reconfiguró con la llegada de múltiples concesiones privadas que fragmentaron el servicio.
El legado de la Ruta 100 para la planeación del transporte urbano de pasajeros
A pesar de su desaparición, la Ruta 100 dejó una legado significativo en la historia del transporte público en México, sirviendo como referencia para futuras estrategias de movilidad y resaltando la necesidad de sistemas eficientes, accesibles y bien gestionados. Su modelo de rutas troncales y alimentadoras influyó en el diseño de otros sistemas como el Metrobús, implementado en 2005, y sirvió como una lección sobre la importancia de la gestión eficiente en el transporte urbano. Hoy en día, ex trabajadores y usuarios recuerdan la Ruta 100 con nostalgia, destacando su accesibilidad y cobertura. Su historia sigue siendo un referente para la evolución del transporte público en la capital y una muestra de los retos que enfrenta la movilidad.
*Profesora en el Centro de estudios demográficos, urbanos y ambientales El Colegio de México
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