El mundo, un artefacto de ciudades
Por: Alejandra Trejo Nieto
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En el lenguaje cotidiano, un artefacto es entendido como una máquina o un aparato creado con un propósito específico. Para la Real Academia de la Lengua puede ser una obra mecánica hecha según arte. Con base en el sentido literal y metafórico de esta palabra, podemos decir que el mundo se convirtió en un artefacto de ciudades. Enseguida explico el porque.
El año 2008 marcó un hito en la historia de la humanidad, ya que, por primera vez, la proporción de personas que habitan en ciudades superó a la de las áreas rurales. Más recientemente, hacia finales de 2022, la población mundial alcanzó ocho mil millones de personas, otro evento trascendental. Para 2050, se espera que los habitantes urbanos rebasen 65 por ciento. Con el avance del siglo XXI, el nivel de urbanización se acrecentará de manera inexorable y la población que vive en ciudades alcanzará números monumentales.
Típicamente, las ciudades son espacios entendidos por ciertos atributos físicos como el espacio construido, la densidad y el tamaño o escala. Lewis Mumford, uno de los más ilustres historiadores sobre la urbanización y las ciudades, define éstas como entidades más allá de sus características físicas. Para él, las ciudades son una manifestación de la vida social, cultural, política y económica de una civilización. Las describe como una organización de relaciones humanas que integra aspectos materiales e inmateriales, convirtiéndolas en centros de actividad económica, poder y cultura. No solo son agglomeraciones de personas, edificios o infraestructura, sino que reflejan y moldean las dinámicas humanas. En ellas se concentra el desarrollo, lo que las convierte en núcleos de la civilización. Además de ser asentamientos humanos, las ciudades son una “forma orgánica”, una mezcla de lo material y lo intangible que refleja las capacidades humanas de organización, creatividad y transformación.
El mundo es un artefacto de ciudades porque el avance civilizatorio ha trasladado a las poblaciones humanas y sus actividades a las urbes. Tanto nuestro pasado como muestro futuro están ligados, para bien o para mal, a las ciudades. Éstas no solo son espacios donde habita la mayoría de la población, y toman lugar los procesos económicos, culturales, políticos y sociales que definen nuestra era. Las ciudades, como construcciones humanas, también son producto de la manera en que interactuamos con el entorno, cómo nos organizamos como sociedad y cómo proyectamos nuestras aspiraciones colectivas. Esta relación ha transformado el planeta en un entramado profundamente influido por las dinámicas urbanas.
En otras palabras, las urbes se convirtieron en los espacios físicos donde se concentran las actividades humanas y en construcciones sociales, culturales y políticas que moldean la manera en que vivimos, interactuamos y transformamos nuestro entorno. Las ciudades pasaron de ser meros asentamientos a convertirse en nodos centrales de la civilización, configurando dinámicas globales de poder, economía, cultura y sociabilidad. No solo estructuran nuestra vida diaria, también configuran las dinámicas globales que definen la civilización contemporánea.
El mundo es un artefacto de ciudades también porque en ellas se experimenta y se define el porvenir. Desde las iniciativas de ciudades inteligentes hasta la idea de sostenibilidad urbana, las soluciones a los problemas globales se prueban primero en entornos urbanos. Estas urbes son laboratorios donde se diseñan las respuestas a desafíos tan complejos como la desigualdad, la migración y el cambio climático.
Entender al mundo como un artefacto de ciudades nos invita a reflexionar cómo habitamos estos espacios, cómo los construimos y cómo podemos hacerlos más justos, equitativos y sostenibles para enfrentar los retos del presente y futuro. Las ciudades no son solo el lugar donde vivimos; son el escenario donde se define el destino del planeta.
En México, las urbes adquieren un carácter único, moldeadas por procesos de colonización, modernización y globalización que coexisten con tradiciones ancestrales y tensiones contemporáneas. Especialmente, la urbanización acelerada del siglo XX –el surgimiento de nuevas ciudades, su crecimiento y su expansión– transformó profundamente al país. Entender a las ciudades mexicanas significa reconocerlas como creaciones sociales dinámicas, cargadas de significados, oportunidades y contradicciones.
Al igual que en buena parte del mundo, en México las ciudades son, hoy en día, el escenario dominante de los procesos políticos y económicos, ya que concentran cada vez más población y enfrentan de forma creciente problemas societales desafiantes. Son motivo de gran optimismo y preocupación, porque plantean serios desafíos en términos no sólo de transporte, vivienda, infraestructura y servicios públicos, sino también de fiscalidad y finanzas públicas, equidad, seguridad, empleo y economía. La trayectoria de las ciudades mexicanas no es solo un relato de continuidad, sino también de rupturas.
Comenzando hoy con esta columna introductoria, este espacio –Artefacto de Ciudades– contará, periodicamente, historia y presente de las ciudades; reflexionará las oportunidades y también los problemas y desafíos; hablará del país, pero también del mundo. Al final de cuentas, tal como lo mencionó en mi libro Construir desde lo metropolitano: economías y estrategias de desarrollo en México: “el gigantesco mecanismo de la urbe no da señales de agotamiento, ni siquiera con guerras, catástrofes ambientales y pandemias de por medio”.
Alejandra Trejo Nieto Profesora en el Centro de estudios demográficos, urbanos y ambientales del El Colegio de México
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