Centinelas de Esperanza

El desierto de los tártaros, bien podría ser parte del teatro del absurdo, pues, así como la Cantante calva de Ionesco no llega a cenar

Centinelas de esperanza

 El desierto de los tártaros

Por: Mercedes Rodríguez Abascal

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         Había pasado una respetable fracción de vida, y nada, absolutamente nada,

había sucedido para justificar tantas esperanzas.

Dino Buzzati

Estimado lector, me solicitan un breve texto sobre mis lecturas del 2024. Confieso, sin falso pudor, que han sido varios ¿cuál elegir? Si me permiten la analogía, los libros, en ocasiones, son como los amores: los benévolos se recuerdan con una sonrisa, en cambio, los perversos y desasosegadores, como todo vicio, quedan tatuados en la psique.

            Tenía un librito pendiente, una novela corta escrita en 1940 por un autor italiano, Dino Buzzati (1906-1972). El enganche fue inmediato, un inicio fabulesco, casi inocente “Nombrado oficial, Giovanni Drogo partió una mañana de septiembre de la ciudad para dirigirse a la fortaleza Bastiani, su primer destino”[1]. El eje dramático parecía ser la manida, pero funcional aventura del héroe, sin embargo, el desarrollo de la trama con sutiles giros de tuerca me hizo entrever una lapidaria posibilidad —el primer destino puede ser el único—.

            Giovanni Drogo, personaje de filiación kafkiana se enfrenta con una escurridiza antagonista: la esperanza. La maldición de aquel don se muestra en forma de “esperas”. No seré yo quien le diga de que van las “esperas” de nuestro héroe, pero sí les anticipo que algo de Giovanni Drogo nos toca a todos.

            El desierto de los tártaros, bien podría ser parte del teatro del absurdo, pues, así como la Cantante calva de Ionesco no llega a cenar y en Esperando a Godot de Samuel Beckett el susodicho no aparece, así serán los tártaros en la vida de Drogo.

Mi querido lector, el desasosiego que me dejó dicha novela no fue poco. El malévolo escritor con una falsa inocencia, en compañía del oficial Drogo, te lleva a habitar la fortaleza Bastiani encargada de resguardar una frontera jamás atacada debido a que tiene una defensa natural, un desierto. Las habladurías, que suelen darse por hechos, suponen enemigos tártaros.

El simbolismo en la novela expone la irreparable fuga del tiempo. Los estatus militares muestran a la obediencia como requisito para pertenecer a una “noble y respetable” sociedad. Hace de las pequeñas renuncias y la desidia el germen imperceptible de la derrota del día a día. La suave rutina se muestra como un falso amigo que lleva a la inacción y reduce al individuo a ser una de tantas piedras de una inútil muralla.

 La lejanía de la fortaleza Bastiani, con su horizonte cercado por el desierto, alberga honorables autoexiliados en pro de la seguridad de la Nación; el protagonista entrega sus ropas de civil a cambio de la seguridad de un uniforme. La novela muestra como los vínculos afectivos se estrechan en la inercia y soledad cotidiana; mientras sus pares se hacen parte de su universo emocional, familia, paisanos y pareja se convierten en una utopía extraña de habitar.

Este cuentillo, de apariencia ingenuo, despliega la mordaz parálisis de cuerpo y espíritu cuando el objetivo de vida se convierte en la espera de una heroica batalla o un gran acontecimiento.

Mi querido lector, una novela deliciosa que puede llegar a incomodar si en algo nos resuena las ilusorias expectativas del solitario Giovanni Drogo.

 Esperanza, divina condena, líbrame de tus falaces promesas.


[1] Dino Buzzati, El desierto de los tártaros, Madrid: Alianza, 2007, p.7.

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