De meandros y rectas

Por: Eli Bartra

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El libro de ensayos de Alma Karla Sandoval Resplandor de una nube con memoria. Editopatriarcado o la escritura tutelada publicado en México por Universo de Libros en 2024, no es fácil de leer, no es que sea denso, de ninguna manera, pero está lleno de sinuosidades. No es un texto para nada lineal sino con numerosas circunvoluciones, como las del cerebro o las de ciertas nubes.

Tal como lo anuncia el título parecería que se trata de dos libros, sin embargo, es uno solo: Resplandor de una nube con memoria podría perfectamente abarcar a todo el libro -que es un título más que acertado, ¡poco asible, pero poético como el libro mismo!     

Debo decir que su lectura es una delicia, es como leer buena poesía, poesía en prosa, o poesía filosófica, si se prefiere. Me encantó que haga alusión a que los o las poetas no reciben ningún “título firmado, con sello, códigos y demás registros que faculten para ejercer como ‘poeta’”. (p. 54). Lo cual me recordó que como mi padre era poeta, cuando a mí me preguntaban en la escuela su ocupación me ponía súper roja al tener que decir “poeta”[1]; las demás niñas decían con voz enfática y segura: ingeniero, doctor, físico… luego aprendí que podía decir “escritor” y eso era ligeramente más fácil. Y, a propósito de ello, y del libro de Alma Karla, también recordé cuando él contaba que el único lugar en el mundo en el que al llegar a la frontera y decir que era poeta, le sonrieron y le dijeron con admiración “Ahhhh poeta” ¡fue en Grecia! Tierra de grandes poetas…

Con este libro Alma Karla recibió el Premio Dolores Castro de Ensayo Literario, y me voy a permitir traer aquí un poema de ella, de Dolores Castro (1923-2022):

Reflejos


Bullir, palabra antigua como mi recuerdo.
Búllete, decía la madre de mi madre, mujer traslúcida
y bullente como el hervor del agua.

Esa palabra del español antiguo
parecía elevarse, fluir en el espacio
de la niña
que observa cómo vuelan las moscas
en vez de acomedirse
a servir.

El vuelo de las moscas,
el vuelo de las niñas, con espacio más amplio pero sin alas, huye por los aromas,
intenta no caerse del nido
y elevarse
mientras escucha,

o se contempla
en el charquito que dejó la lluvia
en el patio.

¡Búllete, niña, acomídete, búllete.
No te quedes allí!

¿Bullirse, o reflejar el torrente del mundo?

Me parece más que apropiado para hablar de Alma Karla pues tengo la sensación de que ella, precisamente, ¡siempre bulle!

Empieza a escribir su texto en lo peor de la pandemia, todavía con el miedo en el cuerpo, y el abrumador encierro vigente. El ensayo se le presenta, como una salida, pero enmascarado, nos dice ¿enmascarado de poema? O es al revés, poesía enmascarada de ensayo.  El caso es que con ella regresamos a esos días aciágos, que queremos, esos sí, esconder  (enmascarar, tal vez) en lo más recóndito de nuestro ser.

Desde ahí nos lleva de paseo por su vida interior, sus lecturas, sus saberes, sus gustos, sus pasiones y su pensamiento político.

El ensayo es un género nómada, nos dice (p.36); hay muchos tipos de ensayo, pero ella apuesta por uno que se inscribiría en las escrituras postautónomas. La escritora y crítica argentina Josefina Ludmer escribe que “Estas escrituras [las postautónomas] no admiten lecturas literarias; esto quiere decir que no se sabe o no importa si son o no son literatura. Y tampoco se sabe o no importa si son realidad o ficción. Se instalan localmente y en una realidad cotidiana para ‘fabricar presente’ y ese es precisamente su sentido.” (Josefina Ludmer, p. 41).[2]

Este tipo de ensayo podría ser también, como nos dice la autora parafraseando a Sergio Pitol, la hibridez de una literatura del yo.

Alma Karla nos dice que el arte tiene mucho poder. Concuerdo con esta idea, un poder ideológico y político enorme. Gran influencia tienen, por ejemplo, las imágenes visuales artísticas (fotografía, cine, pintura, escultura) para conformar, moldear, el imaginario de una comunidad. A fuerza de representar a las mujeres, en las artes, de una determinada manera, se contribuye a que pensemos que son y deben ser siempre sumisas, con cuerpos perfectos según el canon, rubias, blancas, pasivas, jóvenes, así nos han representado los hombres por siglos, las mujeres -pienso yo- lo hacen de otras maneras. Las artistas y escritoras feministas tienen en sus manos el poder de incidir frente a esas imágenes y revertirlas.

La segunda parte del libro es sobre el editopatriarcado al cual le dedica mucho espacio -denota con ello su preocupación, pues le toca de cerca. La autora bautiza así un fenómeno que se ha dado siempre, siempre, desde que existe la imprenta y las casas editoras. El mundo de las publicaciones (como el de los museos y las galerías) es profundamente androcéntrico y patriarcal. No hay sinuosidades, es pura línea recta. Esta manifestación del patriarcado en el campo de las publicaciones, es simplemente una más, pero lo importante es ver con lupa cómo opera y no quedarnos en generalidades. Alma Karla va explicando sus distintas facetas a modo de un poliedro, va viendo las distintas caras:

así como nos adoctrinan para odiar nuestros cuerpos, también para desconfiar de nuestra voz. (p.80).  […] no significa que no se publique a mujeres, sino cómo se leen o cómo se juzgan, cómo se les coloca obstáculo tras obstáculo para que no escriban, para que duden, para que teman porque se les castiga como a Eco, como a Casandra, como a Eva, como a Medusa, como a tantas más con tantos mitos con los cuales las convencen de que su palabra no tiene valor o es repulsiva, a las que hablan mucho, toman la pluma o el micrófono nadie las quiere. (p.115).

Lo sabemos, todo lo que somos, lo que hacemos, es de segunda (no en balde apareció el “segundo sexo”) es de menor calidad, poco valorado. En el terreno de las artes y las ciencias la participación de las mujeres ha sido siempre más complicada: hay que trabajar el doble para ser valorada a la mitad. Pero no se trata de victimizarnos ¡ay pobrecitas de nosotras! No, se trata simplemente de decir las cosas claras, en blanco y negro, que es lo que hace la autora.

            Ella se confiesa violenta -colérica, me gustaría pensar. El hartazgo y la cólera nos identifica como feministas, vemos la cólera en las calles de México y las buenas conciencias la repudian.

Ya lo decía Virginia Woolf, la cólera puede estar de manera importante en el inicio de la escritura para las mujeres. Una buena dosis de cólera la encontramos en este libro (y en varios poemas) de Alma Karla. Voy a compartir, para cerrar, un poema de ella bastante potente:

Por si acaso

Y si vinieran por nosotras,

iríamos, como la Woolf,

con nuestros libros en la mente,

con nuestro canto por delante.

Y si vinieran por nosotras,

iríamos sabiendo que soñamos lo imposible,

que no dejamos de sangrar porque quisimos,

que no abandonamos en la calle a ningún justo.

Y si vinieran por nosotras,

iríamos con las manos en la nuca,

con el orgullo en alto,

meciéndonos como banderas

con los senos libres de culpa.

Y si vinieran por nosotras,

iríamos porque marchamos,

porque fuimos la tierra,

el caldero,

el agua del rebelde

y el consuelo en la agonía.

Y si vinieran por nosotras,

con sus armas largas,

sus uniformes del crimen,

sus puños de patriarcas psicópatas,

iríamos porque entonces,

si vinieran por nosotras,

es porque habríamos vencido.

[1] Agustí Bartra (1908-1982).

[2] Josefina Ludmer, Dossier, Literaturas postautónomas 2.01, Propuesta Educativa Número 32, Año 18, Vol. 2, nov. 2009, pp. 41 a 45.

Crédito de la fotografía: Alma Karla Sandoval en York, 2023. Foto: Sairy Lodman.

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