Lagos, Nigeria, ejemplo del urbanismo desde abajo.

Por: Alejandra Trejo Nieto*

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En el imaginario urbano dominante, la ciudad ideal es ordenada, planificada, ecológica y conectada. Es un punto de vista de urbanismo racionalista donde cada lugar tiene su función y cada ciudadano, sus derechos garantizados. Pero ¿y si esa visión no solo es inalcanzable para la mayoría de las ciudades del sur global, sino también inapropiada para entender cómo viven y construyen ciudad millones de personas? El historiador británico Ben Wilson, en su libro “Metrópolis: Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad” de 2022, dedica un capítulo a Lagos, la megaciudad nigeriana que suele ser citada como ejemplo de urbanización desbordada, informal y caótica. Para Wilson, sin embargo, Lagos no es el anti-modelo, sino el futuro urbano global: un entorno donde, ante la ausencia de Estado, la población genera soluciones propias, formas de subsistencia, movilidad y organización social. Es un “urbanismo desde abajo”.

En México seguimos hablando de estos espacios como “fallos del sistema”, mientras que el enfoque de Wilson invita a reconocerlos como expresiones legítimas de urbanismo popular. No para idealizarlos, sino para tomar en serio sus formas de organización, sus redes de cuidado y su economía creativa. Lagos funciona en su propia lógica. No porque todo esté resuelto, sino porque millones de personas hacen posible lo que parecería imposible: vivir, crear y resistir. Este planteamiento resulta incómodamente familiar para quienes conocen territorios como Ecatepec o Iztapalapa, donde también coexisten la precariedad estructural y la vitalidad urbana, la exclusión y la innovación cotidiana.

Mirar nuestras ciudades con esta lente podría ayudarnos a replantear lo que entendemos por ciudad. En lugar de aspirar a replicar modelos importados de planificación, podríamos comenzar por escuchar, entender y acompañar las lógicas locales de quienes ya están haciendo ciudad con lo que tienen. Porque si algo revela Lagos es que el caos aparente puede ser también una forma de adaptación colectiva.

“Metrópolis: Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad”

El libro de Wilson es una ambiciosa obra que traza un recorrido por más de 7,000 años de historia urbana, explorando cómo las ciudades han moldeado la civilización humana. Desde las antiguas Uruk y Babilonia hasta las megaciudades contemporáneas del sur global, Wilson examina el papel central de las urbes en el desarrollo cultural, económico y social de la humanidad. El autor presenta a las ciudades como organismos vivos y resilientes, capaces de adaptarse y transformarse a lo largo del tiempo.

Wilson recorre cronológicamente la evolución de las ciudades, con ejemplos representativos de distintas épocas y regiones (Uruk, Babilonia, Atenas, Alejandría, Roma, Lübeck, Lisboa y Tenochtitlán, por mencionar algunos). Aunque todos los capítulos ofrecen perspectivas valiosas, algunos destacan por su relevancia actual y su profundidad analítica. En el capítulo 5, se analiza el esplendor urbano durante el Califato abasí (siglo IX), con Bagdad como símbolo de cosmopolitismo, ciencia y tolerancia religiosa. En  el capítulo 7, se examina cómo el auge del comercio marítimo, la banca y la propiedad privada en Amsterdam moldearon una nueva visión de ciudad burguesa. En el capítulo 8 se aborda el auge de la ciudad moderna (Londres) del siglo XIX. Wilson escribe también sobre el surgimiento del rascacielos como solución espacial y expresión de poder económico en Nueva York, y reflexiona sobre la expansión urbana dispersa, la cultura del automóvil y las consecuencias sociales y ambientales de un modelo urbano extensivo en Los Ángeles.

Wilson no solo celebra los logros urbanos, sino que también aborda las tensiones y desafíos que enfrentan las ciudades. El capítulo dedicado a Lagos, el 14, es uno de los más provocadores y reveladores, pues sirve como epílogo y síntesis de una tesis central: las ciudades, incluso en condiciones extremas, son laboratorios de adaptación, resiliencia e innovación.

Lagos: la ciudad como solución, no como problema

Lagos es la ciudad más grande de Nigeria y una de las más pobladas de África. Su población ha crecido exponencialmente desde la década de 1960, sin una planificación formal adecuada. Más del 70% de su población vive en asentamientos informales, sin acceso pleno a servicios como agua potable, drenaje o electricidad confiable. Wilson destaca que esta informalidad no es sinónimo de parálisis, sino que genera formas alternativas de organización urbana. La mayor parte de su infraestructura ha sido construida por sus propios habitantes, sin apoyo estatal sostenido. Y sin embargo, la ciudad funciona. No en el sentido tecnocrático del urbanismo de manual, sino como un ecosistema social, donde la creatividad y la adaptabilidad sustituyen a la planificación.

En ausencia de un Estado eficaz, los habitantes de Lagos han creado soluciones para sobrevivir y prosperar: transporte informal, sistemas de abastecimiento de agua, redes locales de seguridad y crédito. El autor sugiere que la ciudad funciona gracias a una lógica propia, basada en la adaptabilidad. Lagos tiene una de las economías locales más dinámicas de África, lo que Wilson interpreta como una prueba del potencial económico de las ciudades informales, desafiando las ideas tradicionales del desarrollo urbano.

Lagos como “futuro de la urbanización”

Wilson presenta a Lagos como una metáfora del futuro urbano global, especialmente en el sur global. Pero en lugar de retratarla simplemente como un caos sin planificación, argumenta que la aparente desorganización esconde una vitalidad social y económica extraordinaria. Wilson sostiene que Lagos representa una forma extrema, pero profundamente reveladora del urbanismo contemporáneo. Señala que no es una ciudad fallida sino que se las arregla para sobrevivir, y en muchos sentidos, prosperar, a pesar de todo.

Wilson no idealiza a Lagos. Reconoce sus profundos problemas. Pero al final, celebra la capacidad humana de construir ciudad aún en las condiciones más adversas. Lagos puede parecer un caos, pero es también una manifestación extrema del genio urbano humano.

Esta perspectiva obliga a cuestionar las ideas convencionales de urbanismo. Como sugiere Wilson, las respuestas no siempre vendrán desde el despacho del planificador, sino desde el territorio urbano, donde ya se están ensayando soluciones. Lagos, con todas sus contradicciones, encarna esa idea. Mientras muchas visiones urbanas occidentales ven a ciudades como Lagos con condescendencia o pesimismo, Wilson defiende que este tipo de megaciudades ofrecen pistas sobre cómo enfrentar los desafíos urbanos del siglo XXI. Lagos es un recordatorio de que la urbanización no es un proceso exclusivamente técnico, sino profundamente social y político.

Reflexión final

La ciudad se reinventa a diario, afirma Wilson, porque no tiene otra opción. Esta afirmación podría aplicarse, sin demasiada dificultad, a buena parte de la urbanización mexicana contemporánea. Pensemos en casos como Ecatepec, Iztapalapa o Tijuana que son territorios marcados por la precariedad en infraestructura, vivienda y servicios, pero también por una intensa vida comunitaria, redes de subsistencia y formas informales de organización territorial.

En lugar de leer estos espacios como fracasos urbanos, Wilson invita a verlos como “ciudades hechas desde abajo”. Se trata de ciudades que no esperan a que el gobierno actúe; la población tiene que tomar las riendas de su propio destino. Esta descripción, sin duda, resuena profundamente con las experiencias de miles de mexicanos que construyen vivienda en terrenos irregulares, autogestionan el abastecimiento de agua o se organizan para enfrentar la violencia y el abandono institucional.

Wilson, B. (2022). “Metrópolis. Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad”. España: Debate.

*Profesora en el Centro de estudios demográficos, urbanos y ambientales El Colegio de México

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