Mi cuerpo es tierra

Por: Andrés Bali Quintanar
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La tarde pasaba tranquila. El pasto dulcemente nos acariciaba y la tarde era plena como nosotros mismos. El tiempo lentamente se dibujaba en bellos futuros que se diluían como las nubes. El viento dulcemente movía nuestros cabellos y erizaba nuestra piel. La tarde era profunda y nuestro respirar era un bello compás del ritmo de nuestro corazón.
Los ojos bellamente percibían la tierra erizando nuestra piel. La tenue existencia de nuestra conciencia. La bella sinfonía de nuestras emociones.
La conciencia tiene esa forma de aparecer en la bella figura de todas las cosas. El cielo tiene esa forma, la forma de la conciencia. La tenue vida que nace en nosotros se deleita con la tarde, el viento y la forma del cielo.
Las nubes saben formar figuras hermosísimas. Y la imaginación alarga su belleza hasta formar metáforas de bellas tonalidades blancas, amarillas y naranjas.
Somos la tarde y somos nube.
Creo que el tiempo es solo imaginación. La tierra tiene la emoción profunda de mi cuerpo. Las nubes siguen diluyéndose y la tarde es vida.
Los ojos perciben la bella y profunda visión.
El tiempo nace en el instante en el cual otorgamos existencia a algo más que el cuerpo.
El tiempo en el que existo solo existe ahora. Las épocas son conciencia histórica. El instante es conciencia creadora.
La tarde va apareciendo y erizando el viento, la piel. Y los ojos ven el cielo diluirse. Y nuestros cabellos se mecen y el tiempo es un compás del latido del corazón.
La forma de las nubes es metáfora de mi conciencia que lentamente se vuelve visión. La forma profunda del cuerpo. El cosmos que existe en mi interior.
La tarde pasa tranquila.