Las ciudades suspiran por los parques: el amor platónico de sus vidas
Por: Alejandra Trejo Nieto
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“Las ciudades suspiran por los parques: el amor platónico de sus vidas” es una frase que leí hace unos años en una plazoleta de la ciudad de Medellín, Colombia. En efecto, los parques son el amor platónico de las ciudades, una relación deseada, idealizada y muchas veces incompleta, imperfecta o inexistente. En el corazón de cada ciudad contemporánea, entre el concreto, el tráfico y el bullicio de la vida urbana, yace un anhelo profundo: el parque, ese espacio verde que representa el equilibrio entre la urbanización y la naturaleza. En la historia de las ciudades, los parques han sido concebidos como emblemas de progreso y civilización. Desde el diseño de Central Park en Nueva York hasta el Bosque de Chapultepec en Ciudad de México, estos espacios han simbolizado el deseo de las ciudades de cuidar a sus habitantes y ofrecerles un entorno que mejore su calidad de vida.
Los parques son los escenarios de la sostenibilidad, convivencia y bienestar, incluso de la democracia, pues son una parte fundamental de la esfera pública. Pero su papel en las ciudades a menudo es relegado por prioridades económicas y urbanísticas. En este texto, expongo brevemente por qué las ciudades suspiran por los parques y cómo pueden alcanzar ese amor platónico.
El parque: oasis y refugio en el espacio urbano
En el siglo XXI, la vida urbana está marcada por un agitado ritmo de vida que se desarrolla en áreas industriales y comerciales, zonas residenciales e infraestructuras. En un mundo de ciudades donde el estrés, la contaminación y el avance frenético de la vida cotidiana dominan, los parques ofrecen la oportunidad de una pausa necesaria. Representan un espacio donde las personas pueden conectarse con la naturaleza, descansar de las demandas cotidianas y disfrutar de un espacio de calma en medio del bullicio. Se convierten en un refugio tanto físico como emocional. Los parques son un recordatorio de lo que podría ser: un lugar donde se armonizan la vida humana y natural.
De ahí que la relación entre los parques y la salud sea indiscutible. Diversos estudios demuestran que el acceso a espacios verdes reduce el estrés, mejora la salud mental y fomenta estilos de vida activos.
Asimismo, los parques actúan como pulmones de las ciudades, mitigando los efectos de la contaminación y el cambio climático. La presencia de numerosos espacios verdes de calidad puede mitigar los contaminantes climáticos de corta vida que producen un efecto significativo en el calentamiento global y que contribuyen a millones de muertes prematuras al año relacionadas con la contaminación atmosférica.
Aunque los parques tienen estos beneficios indiscutibles, suelen competir con intereses que, con frecuencia, se perciben como más rentables o urgentes. Este enfoque ignora los beneficios duraderos que los parques ofrecen en términos de salud y calidad de vida.
Espacios de convivencia y cohesión social
Los parques son más que áreas verdes; son puntos de encuentro donde las diferencias sociales se diluyen. De ahí que se hable de que son espacios que democratizan la vida urbana. Un parque accesible, reúne a personas de todas las edades, culturas y niveles socioeconómicos, fomentando la interacción entre comunidades diversas. Más allá de su valor ambiental y estético, los parques cumplen una función social proporcionando un espacio donde las personas pueden encontrarse, interactuar y construir lazos comunitarios.
Al superar los retos de acceso, diseño y mantenimiento, las ciudades pueden aprovechar el inmenso potencial de los parques para fomentar la convivencia y reforzar los lazos sociales. En un siglo XXI marcado por la fragmentación social, los parques son herramientas esenciales para construir ciudades más humanas e incluyentes.
No obstante, muchas ciudades carecen de la cantidad y calidad de espacios verdes necesarios para cumplir este ideal. Además, el acceso a los parques está marcado por profundas desigualdades. En esas urbes, los parques se han convertido en un bien escaso y su presencia suele ser limitada a zonas privilegiadas, mientras que las áreas marginadas enfrentan una alarmante falta de espacios verdes. Las zonas más ricas suelen tener abundantes espacios verdes bien mantenidos, mientras que las comunidades de bajos ingresos enfrentan una escasez crónica de estos espacios. Este desequilibrio refleja no solo una desigualdad socioeconómica, sino también la incapacidad de las ciudades para integrar este amor platónico a la vida de todos sus habitantes. Esta disparidad refleja cómo los parques, aunque amados en teoría, no son tratados como una prioridad universal.
Reconciliando parques y ciudades: hacia una urbanización sostenible
Para que las ciudades puedan vivir plenamente su amor por los parques, es necesario replantear nuestra relación con el entorno urbano. Esto implica una necesaria integración de los parques en la planificación y gestión urbana. Los parques deben ser una prioridad desde el diseño de las ciudades, no un accesorio añadido a posteriori.
Es crucial también garantizar que todas las comunidades, independientemente de su nivel socioeconómico, tengan acceso, de ahí que involucrar a la población en el diseño y cuidado de los parques puede fortalecer su conexión con estos espacios y garantizar su sostenibilidad. Los parques deben adaptarse a necesidades variadas, integrando áreas para actividades deportivas, culturales y de descanso.
En fin, las ciudades suspiran por los parques porque representan lo que les falta: equilibrio, armonía y vida. Pero este amor por los parques, no debe quedarse en el plano de las aspiraciones. Es posible convertir el suspiro de las ciudades por los parques en acciones concretas que transformen la vida urbana. Este amor platónico puede convertirse en una relación real si las ciudades aceptan el desafío de priorizar el bienestar de sus habitantes y del medio ambiente. Los parques no son meros adornos urbanos; son el corazón latente de una ciudad sostenible y justa. Es necesario promover una visión en la que los parques sean una infraestructura esencial. Reconciliarse con los parques requiere voluntad política, creatividad y una visión a largo plazo. Solo entonces las ciudades podrán dejar de suspirar por los parques y empezar a construir una relación posible y deseable.
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