Musarañas 02

Por: Francisco Segovia

02.

Libre albedrío ~

Libre albedrío ~ Usted me dirá que no, Dr., pero yo insisto: el libre albedrío existe. Y, para probarlo, oiga lo que ahora le digo: que tiene usted razón, que el libre albedrío no existe. ¿Entiende? Le digo lo contrario de lo que pienso, o de lo que —según usted— estoy obligado a pensar debido a mis genes, mi historia personal, o lo que usted quiera y mande. Pero me pongo en sus zapatos y digo: “No, el libre albedrío no existe”. En mi fuero interno sé que le miento, que lo engaño. Pero usted qué va a saber. Según usted, simplemente digo la verdad. Sin embargo, piénselo un poco: si puedo engañarlo es porque puedo ponerme en sus zapatos y decirle a usted lo que usted piensa. No, no es que de pronto tenga yo sus genes y su historia personal; es, simplemente, que puedo anticiparme a sus palabras; puedo prever lo que usted dirá. Cosa de las neuronas espejo, seguramente, pero también del lenguaje, que nos permite a su modo ver lo que otros ven, atisbar el futuro, predecir, qué sé yo; en todo caso, cosa de la imaginación… Sí, la imaginación, esa facultad que me permite ahora decirle: “Me dirá usted que mi imaginación también está predeterminada”. ¿O no es verdad? Pero sobra decírmelo, porque ya lo sé, como sabe usted qué le responderé a eso… ¿O no?…

Pensamiento no verbal~

Pensamiento no verbal ~ Hace unos años vi al ajedrecista Marcel Sisniega jugar unas “simultáneas” contra veintitantos escritores. Perdió una o dos, negoció tablas en tres o cuatro y ganó todas las demás. Lo que más me llamó la atención fue que pasaba rápidamente de mesa en mesa, sin pensar mucho. Le bastaba con “un golpe de ojo” para comprender la situación de las fichas y hacer su tirada. Con esto quiero decir que no necesitaba, en cada caso, reconstruir la historia de las jugadas. Si alguna vez se detenía a pensar un poco, era seguramente para decidir entre las posibilidades, no para recordar de qué modo había llegado a darse en el tablero la configuración (la Gestalt) que se le presentaba. Nada de recordar, de hacerse un relato mental. No había, en suma, una explicitación verbal del juego. Digo que le bastaba “un golpe de ojo”, con una expresión que no cuadraría si sustituyera la palabra “ojo” por la palabra “palabra”. No hay tal cosa como “a golpe de palabra”, y la pluralización del último sustantivo no haría sino empeorar las cosas: “a golpe de palabras” sugiere una acción repetida en el tiempo; o sea, lo contrario de la inmediatez que va imbuida en “a golpe de ojo”. Lo que ahí ocurría se parece más al reconocimiento inmediato que hacen cierta clase de autistas (los savants) de la cantidad de cerillos que se derraman de una caja. No los cuentan de uno en uno: reconocen la cantidad de golpe. Es una suerte que los cerebros “normales” sólo logran hacer con cifras menores a cinco, pero la mera existencia de los savants muestra que el reconocimiento inmediato de cifras muy grandes es una capacidad del cerebro humano. 

            Supongo que mi fascinación al verlo jugar de esta manera era un asombro ante un pensamiento no verbal, y supongo también que algo por el estilo debe ocurrir en la mente de los matemáticos y los músicos cuando se concentran en sus tareas. Es algo que obsesionaba al George Steiner de Lenguaje y silencio, y que él asociaba con… el silencio. El pesimismo con que veía a la civilización moderna provenía de ahí: de la decadencia del mundo verbal y el creciente dominio de la imagen, de las configuraciones que pueden captarse sólo “a golpe de ojo”. Pero yo veo algo más: la desaparición de toda historia, toda genealogía, todo relato; en suma, la obviación del tiempo… Supongo que a esto se debe que las jugadas de Sisniega me parecieran reacciones, actos automáticos, respuestas instintivas… Si el pensamiento no se despliega, no parece pensamiento…

Codificación y memoria ~

Codificación y memoria ~ Cuando los neurofisiólogos dicen que las neuronas espejo codifican actos o rostros, creo que en general quieren decir que guardan una especie de memoria de éstos. Pero en el caso de los actos (tomar una uva) esta memoria es una especie de esquema, un manual de acción, mientras que en el caso de los rostros es una especie de foto y no implica un plan de acción. Las primeras “simulan” en el cerebro del observador la actividad que observa y merecen el nombre de neuronas espejo; las segundas me parece que no. Lo que las une es en el fondo una propiedad común: unas y otras conservan “el contenido” de la memoria. Por eso es curioso que, al hablar de ellas, ninguno de los neurofisiólogos que he leído (ni Ramachandran, ni Iacoboni, ni los autores de varios artículos sueltos) concedan atención a esta cualidad. Si las críticas a “el mito de las neuronas espejo” (Hickock) tienen razón, y es apresurado atribuirles tantas virtudes como las que ven en ellas Iacoboni, Gallesi o Ramachandran, aun así su descubrimiento serviría al menos para categorizar tipos de memoria (esquemas, imágenes, etc.), lo cual no es poco… Pero yo qué sé.

Memoria inconsciente~

Memoria inconsciente ~ Yo no leo para saber; leo para aprender… Detrás de esta frase de aparente pedantería se esconde la idea de que lo importante de la lectura no es retener lo leído en la memoria (saber) sino conservar la experiencia (aprender); es decir, la idea de que aquello que leemos queda en nosotros de manera inconsciente como una especie de sedimento y que nos constituye y define tanto como aquello que recordamos conscientemente. Hay aquí una noción de inconsciente como depósito de algo que “se ha olvidado”, pero no necesariamente como resultado de una represión. Se trata de una idea prefreudiana, sin duda romántica, quizás platónica, pero cercana a la vida común…

Días después de escrito lo anterior, leo en Internet (http://www.human-memory.net/processes_storage.html) un artículo que me confirma en la idea de que aquello que ha guardado la memoria no se pierde nunca del todo. Se abandonan y derruyen los puentes que llevan al castillo de un recuerdo, pero el castillo sigue allí. Lo traduzco a continuación:

Los teóricos difieren sobre qué resulta exactamente de aquello que se olvida. Algunos sostienen que los recuerdos de término largo realmente decaen y desaparecen por completo con el tiempo; otros sostienen que los rastros de la memoria permanecen intactos mientras vivimos, pero que las ligas o señales que nos permiten recuperarlos se rompen, ya por cambios en la organización de la red neural, ya por nuevas experiencias, etc., de la misma manera en que un libro mal colocado en una biblioteca está “perdido”, aunque siga existiendo en algún lugar de la biblioteca.

Memoria auditiva~

Memoria auditiva ~ Yo no imagino cuando recuerdo. Mis evocaciones, como mis sueños, tienen más que ver con las palabras que con las imágenes. No me dejan el sabor de lo visto sino el sabor de lo escuchado.

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