Treno a la mujer que se fue con el tiempo de Josu Landa
Alonso Leal Güemes
Treno a la mujer que se fue con el tiempo de Josu Landa.[1]
Si “en el principio fue el Verbo”, en el caso del libro de Josu Landa: Treno a la mujer que se fue con el tiempo, en el principio está su extraordinario título, mismo que nos seduce de golpe, pleno de significados y de insinuaciones. La elección de “treno” (“los roncos trenos” que dijera Gorostiza) anuncia de inmediato el canto, el lamento fúnebre pero, a la vez, la expresión sugerente de “la mujer que se fue con el tiempo” evoca una forma femenina que se desvanece conforme pasa frente a nosotros la corriente del río cambiante de Heráclito, o describe también a una mujer que al sumergirse en esta corriente es arrastrada por ella o que se ve guiada por el paso de los años hacia un destino ignoto, por lo menos. También llama a la imaginación un recuerdo femenino que desaparece conforme avanzamos hacia el futuro. El caso es que la muerte predicha por el lamento del treno, se ve atemperada inicialmente por el misterio posible de esa ida.
¿Puede resultar, no obstante, que el tiempo sea una “cifra de permanencia” mientras nuestras vidas son una fuga constante, como también sugiere David Huerta en el perfecto epílogo del libro? Entonces esa mujer seguiría la fuga permanente mientras contempla el río desde su margen. ¿Cómo nos podemos ir con el tiempo? Quizás porque ese mismo río de Heráclito nos arrastre en su corriente imperceptible y cuando caigamos en cuenta resulte ya ser demasiado tarde. Todas estas sugerencias y preguntas, todas estas reflexiones y más caben perfectamente en la riqueza del título.
Sin embargo, basta adentrarnos un poco en el poema para corroborar que, efectivamente, éste resulta ser un canto u oración fúnebre que bien podemos suponer escrito en recuerdo de la destinataria de la dedicatoria, y por lo tanto, su tema principal es la muerte. Materia de gran profundidad no sólo poética sino también filosófica, cabe siempre preguntarse cómo la puede enfrentar un poeta. Pues bien, el poeta, traductor, filósofo y maestro de origen venezolano y vasco, Josu Landa lo hace con pleno estoicismo, por supuesto, sin lamentos ni quejidos, con una gran serenidad al mismo tiempo que con asombro, construyendo una serie de modulaciones reflexivas y no filosóficas (como dice también Huerta en el epílogo), mejor dicho, interpretativas, explicativas para sí mismo. Para lograrlo, hace uso de un estilo extraordinariamente individual en el lenguaje buscando la compresión de este fenómeno que tiene tal resonancia existencial. Por ello, el poema, a pesar de su extensión contenida, exige múltiples relecturas para intentar apenas penetrar en su profundidad emocionada y sorprendente.
Ante una cuestión tan trascendental, recuerdo la definición de Novalis (citado por Margarita Michelena)[2] relativa a que “la poesía es la realidad última de los seres y las cosas”. Así pues, con la poesía, Josu Landa nos conduce a su descripción, mejor dicho, a su interpretación de la realidad última de ese fenómeno llamado muerte, al tiempo que intenta explicárselo a sí mismo:
también porque aprendiste muy rápido tu muerte
algo vasto y éter algo con demasiado abismo por delante
algo como cáliz de un néctar que ya sabías
puro aire abandonado por la luz y por la dura sombra del ser
puerto ya para la nave hiriente de las horas
Estos versos que incluyen esta descripción sorprendente y a la vez conmovedora de la muerte (puerto ya para la nave hiriente de las horas) ejemplifican además una característica medular de la poesía de Josu Landa: la forma tan particular de nombrar. Es bien conocido el aforismo de Buffon: «Le style est l’homme même». Así pues, su particular estilo le permite quebrantar el lenguaje de tal manera que, haciéndolo más transparente, se pueda ver a través de él dentro de esa esencia llamada muerte, lo cual corresponde precisamente a esa investigación que incluye la definición de la poesía que nos diera José Gorostiza en sus Notas sobre poesía[3] y que, como en pocos casos, se aplica con tal pertinencia. Por esta razón, me detendré en esta particularidad del poema y del autor.
Si en los versos citados encontramos dos definiciones poéticas y simultáneas de la muerte como algo vasto y éter algo con demasiado abismo por delante y ese puerto ya para la nave hiriente de las horas, también en ellos podemos destacar la forma de construir conceptos de Josu Landa utilizando los espacios para separar ideas relacionadas o los guiones para formar palabras nuevas. Así leemos en diversos lugares:
cresta secreta en el lomo-luz de la galaxia
mas no el portento de lágrimas en tus no-ojos
no es la pura oscuridad la vil no-luz
haz del tiempo la sangre y la palabra
tu misma que ardes en el humus-luz o lar transido del espacio
el suelo-luz que soñará el horizonte para ser horizonte
Pero esta forma utiliza también múltiples efectos para lograr el quebrantamiento del lenguaje que le permite mirar con mayor profundidad. Por ejemplo, acude a la transformación o re-expresión de un lugar común para producir un nuevo y azorado concepto.
equis rayos que te importunan hasta la entraña
en la villa láctea de tu rostro desfallecen ya sendos iris
el foco loco que cría (cuervo) tu agonía
no el mamífero aciago y su morbo de mear culpas
Igualmente, prodiga el empleo de aliteraciones, como las siguientes:
son otros ojos otros oros aunque artífices grises del no ser
otros cauces otras fauces también otros trances
álamo como alma en brama bajo un cielo impuro
mal no para los ojos que se van y ya no ven
ardes y partes y una nieve que ahora sabes negará esos pasos
es ara ruin para la carne viva
se te agota el yo pero qué si alcanzas bien el ya
así que alcanzas y alzas el ala necesaria
serás el seno y el sino en la causa y el efecto
Además de acudir las rimas internas y a las repeticiones de la misma palabra para obtener el mayor efecto de su polisemia, como en estos ejemplos:
tu luz en aquel instante fue abandonar la luz
el tiempo acaba con las falsedades del tiempo
sales hecha luz con una sed grande de luz
palabra que te crece hasta el confín de un nuevo planeta sin fin
encuentras así tu nuevo tú en un verbo virgen
última herida es pero herida enamorada del venablo solar y verdadero
de las tinieblas ya idas y otras alas caídas
ya no es el ocaso siempre lento del ocaso
no es sólo muerte la llamada muerte
te levantas y andas en el suelo ágil del suelo
Otra característica de este estilo tan notoriamente individual es el uso de vocablos que pertenecen directamente a la jerga marinera o que hacen alusión a conceptos marítimos. En el poema aparecen con constancia:
en la espalda el velamen con su rumbo a los cielos
levar de un cuerpo cada vez más tierra y agua
puerto ya para la nave hiriente de las horas
esa garra qué pozo es qué idioma qué cordaje
pero el azul blando pero eterno de todo cielo todo cierzo y mar
se sumía tu singladura y no tenías ancla verdadera
se ve que corres no a este mar sino a la mar en sí
si tu arboladura revienta en silencio es por parirte un cuerpo más
allá y tú son lo mismo según avanza el trirreme de Dionisio
más raigal que levar el alma y andar
cuanto más me valdría oficiar el oleaje vivo del fin sin fin
todo mar será tu mar y ni se hablará de pez
como el oro escondido pero vivo en el brumal
como el piélago en el cántaro endeble pero firme del silencio
será un mar de ardentía la niña en tus mil ojos
Aparte de su personalísima forma, Treno a la mujer que se fue con el tiempo tiene otra característica destacada: en una extensión más bien breve, el poema contiene múltiples alusiones, apenas sugerencias, para quien quiera reconocerlas. Algunas de estas indicaciones son por completo personales y se pueden entender referidas directamente a la protagonista del canto y a su enfermedad. Así encontramos:
cuando germina en ti otra carne que vive para matar tu carne…
o:
cuando un falso fruto te viene minando el seno
rizoma como de cuerpo creciendo traidor dentro del cuerpo
tu última metáfora tal vez sea el árbol
y anida bultos de cáncer y entrega pulmones al platino
o como último ejemplo:
alcanzas a tu tribu a tu padre y su Gardel
Pero otras son referencias que pertenecen a nuestro contexto cultural, como bien puede serlo también la anterior cita a Gardel o ésta otra:
tu cuerpo menguado hasta el borde de tu léxico
pide versos para el viaje de todos tan temido hacia el silencio
que recobra de inmediato el título de una ya vieja película mexicana El infierno de todos tan temido y de la obra en la cual se basó dicha cinta, pero sin que me quepa ninguna duda de que en los versos citados: “el viaje de todos tan temido hacia el silencio” la evocación se vuelve un verdadero hallazgo poético.
Además de este tipo de alusiones, el poema contiene múltiples referencias literarias, muchas de las cuales pueden ser tan sólo insinuaciones, guiños apenas pero que el lector atento reconoce en muchos casos sin gran esfuerzo. Así, encuentro fácilmente a Jorge Manrique con las Coplas a la muerte de su padre; a la almilla blanda y errante del Emperador Adriano en su verso inicial “animula, vagula, blandula”; a Miguel Hernández con el título de uno de sus libros El rayo que no cesa; a Virgilio que sirve de guía a Dante en la Divina Comedia; incluso a Rubén Darío y al histórico Tuércele el cuello al cisne de Enrique González Martínez o también a un eco directo del libro famoso de Mircea Eliade El mito del eterno retorno. Y no me detengo a presentar las citas literales del Treno donde aparecen todas estas evocaciones (aunque algunas de éstas puedan ser vistas como simples especulaciones mías, pero que son suficientemente sugerentes como para identificarlas) para no alargar innecesariamente esta reflexión.
Caso aparte es el de José Gorostiza, no solamente porque es imposible ignorar que Landa es traductor al vascuence de Muerte sin fin sino porque encontramos discretos ecos, reinterpretaciones originales que nos remiten a algunos versos de este extraordinario poema. Así en este Treno aparece:
no es sólo muerte la llamada muerte
no es hiel pura abandonada de la miel
que nos recuerda aquella seguidilla de Gorostiza:
Sabe la muerte a tierra,
la angustia a hiel.
Este morir a gotas
me sabe a miel.
De la misma manera que en el Treno:
el paso muelle del felino
bien puede aludir al siguiente verso:
…. el tigre
que huella la castidad del musgo
con secretas pisadas de resorte
que aparece en Muerte sin fin. Una última insinuación en el Treno es la de:
es puta grácil y así de frígida
de la cual puedo incluso dudar que esté asociada a la obra de Gorostiza, pero que no deja de recordarme a la conocida “putilla del rubor helado” que aparece en el final de Muerte sin fin.
Simultáneamente a todos estos recursos técnicos y construcciones verbales, el poema comprende también versos contundentes y gravados de sentido, deslumbrantes por las imágenes que despliegan o por los conceptos que sugieren, como los siguientes:
esa garra qué pozo es qué idioma qué cordaje
qué importa cuando la respuesta son masa y masa de carcoma
haría falta (quién sabe) ser acero y cuarzo
o el azul blando pero eterno de todo cielo todo cierzo y mar
ya no serás la hoja madura sumida en un otoño imprevisible
lumbre desprendida de un sol antiguo y albo que la vida miente
y juegas con la antigua lujuria de la tierra
a latir a sembrar a gestar a formar a temblar a parir
cintilas ahora como llamarada del tiempo
espira flotando en ondas sin centro ni bordes
poseerás en paz y sin freno la tierra esquiva del deseo
suelo libre de la enfermedad llamada lejos
serás la carne viva del destello por siempre ajena a todo fin
Y presenta además descripciones de una emoción contenida, velada, apenas personal, donde la anécdota individual aparece transformada y reinterpretada pero sin dejar de ser conmovedora, como en su inicio:
empiezo por tu historia de los últimos días
el rictus como de alas en la ciega levadura o el deseo
en la espalda el velamen con su rumbo a los cielos
y ahí sí desatar las partículas o cardúmenes del tiempo
…
ya brotan las cifras o cenizas por tu cuerpo
son otros ojos otros oros aunque artífices grises del no ser
otros cauces otras fauces también otros trances
en pos de las palabras que te hicieron y también desmenuzaron
tu luz en aquel instante fue abandonar la luz
pero no sólo porque ya sabías que el infierno son los rostros
el mirar a tu otro con esa visión herida
cuando buscabas hasta en mis ojos otros otros más transparentes
también porque aprendiste muy rápido tu muerte
algo vasto y éter algo con demasiado abismo por delante
algo como cáliz de un néctar que ya sabías
puro aire abandonado por la luz y por la dura sombra del ser
puerto ya para la nave hiriente de las horas
te viertes en granos por la única tierra a todos prometida
ya no el pulso sino el eco de los pulsos idos
cuando germina en ti otra carne que vive para matar tu carne
…
el tiempo acaba con las falsedades del tiempo
en la villa láctea de tu rostro desfallecen ya sendos iris
ahí es cuando fulges con una extraña mirada
como sí un humo diamantino invadiera tus ojos desde dentro
si esa otra máscara (de falsa luz) fue tu muerte
tu vida fue volar contra el vidrio que nos separa de la vida
como sea depositas tu cuerpo en mis manos
tu piel donde el frío clava las heladas moléculas del tiempo
En resumen, todos estos elementos contribuyen a la tarea de añadir gravedad y peso específico al poema. Poema hondo a pesar de su extensión, conmovido a pesar de su contención, sugerente a pesar de su exigencia, Treno a la mujer que se fue con el tiempo nos convoca a la reflexión al mismo tiempo que a la emoción estética. Y nos ofrece el deslumbramiento que permite esa interpretación de la realidad por medio de la intuición verbal. De la misma manera que nos aguarda la promesa del encuentro, al final del poema:
se acabó la distancia entre tu nombre y el mármol
ya eres el paraíso con su errancia y su ingenuo afeite de tiempo
de una vida sólo puede nacer otra vida
me aguardarás con labios de alba cuando llegue la hora de partir
Tlalpan, a 22 de agosto del 2024.
[1] Landa, Josu (2006), Treno a la mujer que se fue con el tiempo, Ediciones Arlequín, México.
[2] Michelena, Margarita (2012), Margarita Michelena, Material de Lectura, serie Poesía Moderna núm. 128 de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, México.
[3] Gorostiza, José (1983), Muerte sin fin y otros poemas, Lecturas Mexicanas núm. 13, Secretaría de Educación Pública, México.
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